Sobreviviendo a India

Mi llegada a India fue un shock, aterricé en el aeropuerto de su capital, Delhi y nada más salir del aeropuerto la contaminación ya hacía acto de presencia con una nube gris que hacía que respirar fuera algo desagradable. El caos estaba latente, coches por todos lados, muchos pitidos de coches y motos y un montón de gente ofreciendo un transporte para ir hasta el centro de la ciudad. Opté por coger el metro, era la opción más barata, sorprendentemente estaba limpio y era moderno, sospechaba que a pesar de la suciedad India me iba a dar una sorpresa. Mis sospechas se acabaron cuando baje de la estación de metro, caos, ruido, alboroto, suciedad, era imposible poder decidir a dónde quería ir, los conductores de Tuk-Tuk persiguiéndome para que les dijera donde quería ir, así que decidí ponerme a caminar y ya más tarde miraría el mapa a ver si iba bien.
Cuando logré encontrar un espacio en el que estar tranquilo para mirar el mapa me encontraba en la entrada de la estación de tren, mirar el mapa no iba a ser tarea fácil ya que en India existen calles que son imposibles de encontrar, finalmente un chico acabo ayudándome y diciéndome que tenía que cruzar la estación.
La parada de tren de Nueva Delhi era impresionante, subido en la pasarela que cruza todos los andenes me quedé admirando aquello, gente haciendo pis en las vías, unos con bolsas y bolsas como si se fueran de viaje un año. Todas las personas que veía vestían de forma diferente, unos budistas, otros sijs... A la vez que veía desde la pasarela aquella increíble imagen de andenes y andenes repletos de gente, una voz incesante anunciaba una y otra vez la llegada de los trenes. 
Seguí mi camino por las calles de polvo que estaban llenas de tiendas a uno y otro lado y que, por supuesto, intentaban llamar mi atención cada vez que observaba algo. 
Me empezaba a acostumbrar a los incesantes pitidos que los coches, Tuk-Tuk y motos emitían para avisarte de que estaban ahí y querían pasar. Ya estoy en India me decía mientras observaba aquellas calles como si de un mercadillo se tratase y continúe hasta llegar a un callejón, bueno, realmente era peor que un callejón, tenía un tamaño minúsculo y un olor a pis infernal. Continué sin respirar hasta el hotel, allí me encontré a cinco indios que estaban como unos colegas que quedan en casa de alguien para charlar. Realizamos un larguísimo registro de entrada y fuimos a nuestra habitación.
Sabía que los baños de la India me iban a sorprender así que fui a verlo, me encontré conque la ducha se resumía en un grifo que apuntaba a un cubo grande con un cazo dentro, claramente para ducharme tenía que llenar el grande y con el pequeño ir echándome agua. Con el váter también me llevaría una sorpresa ya que no existe el papel, a cambio tenía un cubo pequeño para limpiarme, he de decir que nunca llegué a usarlo, tenía mi propio papel.
Llegaba la hora de comer así que me dispuse a encontrar algún sitio medianamente higiénico siguiendo unas medidas que había leído para evitar así ponerme malo del estómago. Descubrí que era imposible, así que, después de tres días comiendo prácticamente nada me lancé a probar algo. Se trataba de un puesto en la calle donde preparaban thalis. Un thali es una bandeja como las de comedor que lleva un poco de arroz, cuatro chapatis (pan de India) y tres tipos de guiso diferentes, picaba un poco pero para se podía comer sin problema. 
Iba pasando el tiempo y me empezaba a acostumbrar a todo aquello, me empezaba a sentir como en casa, hasta que mi estómago me recordó que no estaba en casa, se quejó de toda la comida poco higiénica que le daba, pese a que había intentado tener mucho cuidado. En cuatro días me recuperé y volví con más ganas de seguir probando aquella comida que todavía no le había cogido el truco.
Tras catorce días recorriendo las ciudades de India empecé a encontrar sabores que me gustaban, el pani-puri, el paneer butter masala, el chai, mi paladar empezaba a cambiar y a disfrutar con aquellas comidas. 
India y yo empezábamos a entendernos, ya había descubierto que el truco para cruzar la calle era levantar la mano indicando a los coches que pararan, los pitidos dejaban de irritarme y ya me había mezclado con los indios. Esta experiencia merece la pena ser recordada, un día tras comprar en una tienda, un señor (Raja) me invitó a ir a su casa y más tarde a su templo, esa experiencia me permitió conocer más de cerca la cultura hindú. Siempre recordaré como Raja, sin conocerme de nada, me abrió las puertas de su casa, de su ciudad y de su templo.
Tras un mes recorriendo India puedo decir que es un país en el que lloras al llegar y lloras al irte. Echaré de menos que la gente me salude por la calle porque sí, que se paren y me den conversación y por supuesto extrañaré las miradas intensas deseosas de hacerse una foto conmigo. Echaré de menos la hospitalidad con la que los indios me han acogido en su país, he aprendido mucho, cuando llegué desconfiaba de todo el mundo y no acababa de acercarme a la gente, ahora he descubierto lo mejor del ser humano. Así poco a poco fui conociendo este país que tan buenos recuerdos me ha dejado y al cual estoy deseando volver.
Así es uno de los lugares con más encanto del planeta, India.

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Comentarios

  1. Hermano (asi llamo a todos los que conocí en India) tus palabras decriben a la perfeccion mis sentimiento y sensaciones en aquel pais maravilloso, gracias por sacarme una lagrima y una sonrisa

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  2. Amigo yo quiero conocer india...espero tener esa misma experiencia sl llegar aunque cada viaje es diferente.

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